La odisea de ser docente en Chubut

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Viajan miles de kilómetros por mes, cruzan la estepa en caminos de ripio y enseñan donde casi nadie llega. La historia de Leonardo Silva Alberdi revela el lado invisible de la docencia rural en Chubut: compromiso, esfuerzo y un Estado que sigue sin aparecer.
Tres mil kilómetros por mes en ripio, sin viáticos, sin móviles oficiales, sin respaldo estatal. Esa es la rutina de Leonardo Silva Alberdi, profesor itinerante de la Escuela Secundaria N.º 706 “Gregorio Mayo”, con base en Río Mayo y a cargo de seis Unidades Educativas Multinivel (UEM) en Aldea Beleiro, Ricardo Rojas, Lago Blanco, Aldea Apeleg, Buen Pasto y Facundo.

Este viernes, Silva Alberdi quedó varado junto a otra docente en plena estepa patagónica rumbo a Lago Blanco. El vehículo en el que viajaba se rompió. No hubo asistencia del Ministerio. No hubo protocolo de emergencia. “Tuvimos que hacer fuego en la banquina para no congelarnos. Si no hacés fuego, te morís de frío”, relata. Fue rescatado por conocidos. La escuela no tiene cómo asistir a sus propios docentes.
Una estructura que colapsa
“No hay vehículos. Viajamos en los nuestros. Pagamos el combustible, los arreglos, el auxilio. Todo con el sueldo. Y si se rompe el auto, después tenemos que recuperar las horas igual”, explica. Mientras tanto, las rutas están destruidas y el riesgo de accidente es constante. “Muchas veces nos hemos quedado dormidos en la ruta con el riesgo de despistar”.
La situación laboral no se limita al traslado. También se multiplican las funciones por el cierre sistemático de cargos. “Con la excusa de que no hay matrícula, sacan tutores. Hay un solo docente que tiene que hacer de director, cubrir ciclo básico, ciclo orientado, primaria y jardín. Todo junto. Y el contenido hay que darlo igual”, explica.
Educación sin recursos, conectividad sin internet
La conectividad, uno de los pilares del discurso educativo oficial, también es una ficción en las zonas rurales. “Yo me compré una antena Starlink y un proyector para poder trabajar con mis alumnos. No te dan nada. Todo lo que ves en las publicidades es mentira. En el interior no llega nada”, afirma.
El Colegio Secundario 706 realiza 12 viajes mensuales para cubrir sus UEMs. Los recorridos cruzan rutas de ripio, pasos de montaña y distancias que superan los 500 km ida y vuelta. En esos trayectos, los docentes pasan más horas en la ruta que frente a un aula.
La odisea de ser docente en Chubut no es una metáfora. Es una realidad concreta, diaria y extrema. El sistema está siendo vaciado en silencio, especialmente en los territorios donde no hay cámaras ni funcionarios. Lo que debería ser garantizado por el Estado —transporte, infraestructura, conectividad, condiciones dignas— lo suplen los propios docentes con sus recursos personales.
“Escuchás a los funcionarios decir que todo está funcionando, pero es mentira. Acá estamos solos”, sentencia Silva Alberdi.
Mientras tanto, la educación rural en Chubut se sostiene a pulmón, al borde del colapso, con docentes que arriesgan la vida en cada viaje. Y un Estado que no sólo está ausente: hace rato que decidió mirar para otro lado.

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